
Esas cosas que pequeñas o no, están ahí... molestandote continuamente. Como esas preguntas donde no sabes si te están hablando en serio o piensas que te toman el pelo, ya que tu vida la tomas como una burla... entonces estás expuesta a millones de respuestas y no puedes elegir alguna pero por qué? la respuesta es simple; tu diste el pie para ello y que sucede? hablas cualquier cosa y terminas como una idiota, lo peor es que tienes la respuesta correcta... es por eso que las odio más. Pero me refiero a preguntas que muchas veces apelan a mis sentimientos.
Cuando con una simple pregunta desembocan un mar de pensamientos equívocos en tu inestable mente y terminas azotándote la cabeza a la pared porque te comienzas a cuestionar tus ideales y tratar de explicar al resto lo que nunca comprenderán pero aún así debes responder.
Odio además, aquellas situaciones donde no sabes como terminara actuando la gente ya que usualmente hablo demás y termino arruinando cosas y arrepientiéndome de cosas.
Odio no poder comer chocolate cuando quiero ni aquel helado de vainilla que tanto amo de esa calle tan antigua donde años atras caminaba con el sol tocando cada parte de mi ser y preguntándome por que no podía esperar el momento donde el sol no se acordara de que existía en su recorrido por el mundo. También no poder ir a la playa cuando llueve y hablar de esas ideas con gente con la cual termino planificando una aventura que sabré no ocurrirá.
O pisar aquellas hojas terminado el otoño húmedas por la aparición del grato invierno, o aquellas que aparentan estar consumidas en su propia exposición a la luz quemadora del arrebatado sol, que no tiene compasión...
Pero sabes lo que mas odio saber que nunca seremos amigos...

0 comentarios:
Publicar un comentario